Esta semana hemos trabajado los jeroglíficos en el aula. Mejoran la atención, la comprensión tanto visual como lectora y favorecen la imaginación y la creatividad.
¿Qué son los jeroglíficos?
Los jeroglíficos son el sistema de escritura que crearon los antiguos egipcios. Comenzaron a utilizarse sobre el año 3.000 antes del nacimiento de Jesucristo, es decir, hace unos 5000 años ¡Es una de las formas de escritura más antiguas del mundo!
La palabra “jeroglífico” viene del griego y significa “palabras sagradas talladas”.
Jeroglíficos: el descubrimiento del enigma del Antiguo Egipto
Durante muchos siglos, los jeroglíficos del Antiguo Egipto estuvieron envueltos en misterio. Muchos expertos de todas las épocas se devanaron los sesos intentando descifrarlos, pero nunca lo consiguieron. Parecía una misión imposible hasta que sucedió algo que lo cambió todo.
La aparición de los jeroglíficos
Cuando el ser humano aprendió a escribir dio uno de los pasos más grandes en la historia de la humanidad.
El hombre primitivo era capaz de pintar imágenes de la figura humana, objetos y animales a los que daba caza, pero llegó un momento en que esto no fue suficiente y necesitó desarrollar un sistema por el cual sus ideas, sus conocimientos o cualquier dato importante de la vida cotidiana, quedaran grabados en un soporte físico. En una palabra, tuvo que encontrar la manera de trasladar el lenguaje hablado a un sistema duradero.
Los egipcios lo consiguieron de forma magistral ya que fueron capaces de inventar un sistema pictográfico, es decir, una hermosa escritura por medio de símbolos. Cada uno de ellos representa una imagen real de la vida cotidiana y la naturaleza.
¡Esto no hay quien lo entienda!
Cierto… Por mucho que los observe no me entero de nada e imagino que a ti te pasa lo mismo. Y es que a pesar de ser dibujos sencillos y muchos fáciles de reconocer, se trata de un sistema muy complejo de escribir y de comprender.
¿En qué consistía?… Es cierto que algunas palabras son dibujos reales, es decir, si querían escribir la palabra “pájaro”, dibujaban un pájaro, o si querían escribir la palabra “ojo”, dibujaban un ojo.
A simple vista podría parecer fácil ¿verdad?… Pero es que la cosa no se quedaba ahí, porque muchas veces los combinaban entre sí de varias maneras para formar una palabra. Un ejemplo trasladado al castellano, para entendernos, sería dibujar un sol y un dado para formar la palabra “soldado”.
Y ahora piensa… ¿Se pueden dibujar conceptos abstractos como “alma” “traición” o “cariño”? ¿Y dibujar frases como “El faraón dio un discurso que emocionó a su pueblo” o “Los hermanos se reunieron para buscar una solución”? ¡No, claro que no! Por eso no tuvieron más remedio que inventar también una especie de alfabeto en que cada imagen correspondía ya no a un objeto, sino a un sonido: si querían escribir la letra m pintaban una lechuza y si querían pintar la r, el símbolo era una boca. Si varias letras juntas formaban un nuevo sonido, en este caso mr, tenían a su vez el símbolo correspondiente.
Tampoco la forma de escribir era como la nuestra porque lo hacían formando filas verticales u horizontales que se leían de izquierda a derecha o de derecha a izquierda. El resultado era un entramado de imágenes agrupadas de múltiples maneras.
Como te puedes imaginar, tan sólo personas expertas en el tema podían comprender su significado. La gente corriente sólo veía un batiburrillo de dibujos preciosos y muy artísticos, pero se quedaban con las ganas de saber qué decían.
¿Dónde se utilizaban los jeroglíficos?
Este tipo de escritura era tan compleja que se utilizaba básicamente en los monumentos, los muros de los templos y las tumbas, para contar historias como hazañas de guerra o la vida de los faraones. En estos casos los símbolos se esculpían sobre materiales duros como la piedra y a menudo se coloreaban. El resultado era de una belleza increíble.
También se utilizaron los jeroglíficos para escribir, con pincel y tinta, sobre papiros o madera. En este caso los dibujos se hacían más sencillos y esquemáticos para ir más rápido.
¿Cuánto crees que podía tardar una persona en escribir un informe, un libro de ciencia o una obra literaria, dibujo a dibujo? Evidentemente era tanto que hasta la persona más paciente podía acabar víctima de un ataque de nervios. Por eso, con el tiempo, fueron surgiendo nuevos tipos de escritura más simples para el día a día y se reservó la bella escritura jeroglífica clásica para los grandes monumentos religiosos.
Esta tradición se mantuvo hasta el siglo IV de nuestra era y después los egipcios abandonaron para siempre este sistema de escritura tan artística.
¿Quiénes escribían los jeroglíficos?
Es muy importante tener en cuenta que, en el antiguo Egipto, casi nadie sabía leer ni escribir. Era un privilegio que sólo tenía la gente poderosa, como los miembros de la realeza, los sacerdotes y los escribas.
Los escribas eran importantísimos en el Antiguo Egipto, pues se encargaban de escribir los documentos del gobierno, clasificar informes relacionados con la economía del país, etc. Como por sus manos pasaba mucha información secreta y valiosa, al principio sólo podían ser personas de confianza del faraón.
El cargo de escriba lo heredaban los hijos y se les enseñaba el oficio desde muy pequeños. Aprendían historia, gramática y muchas otras materias, además de lectura y escritura. Gracias a esta oportunidad, se convertían en hombres cultos que recibían buen sueldo.
Con el tiempo, se permitió también que niños de origen humilde pudieran prepararse para ser buenos escribas en el futuro, algo que para sus padres era todo un honor.
Los escribas usaban paletas de colores y escribían sobre el papiro con un pincel fabricado con un junco deshilachado en la punta. Trabajaban sentados en el suelo con las piernas cruzadas. Tenían que tener mucha precisión para que los jeroglíficos quedaran perfectos ¡Eran auténticos artistas!
El descubrimiento del enigma gracias a la piedra de Rosetta
Cuando en el siglo IV dejaron de escribirse jeroglíficos se convirtieron en un misterio porque su significado se perdió en la noche de los tiempos. La gente se asombraba de su belleza, pero ya nadie, ni siquiera las personas más cultas, sabía cómo descifrarlos.
A finales del siglo XVIII, el general francés Napoleón Bonaparte, al mando de miles de soldados, invadió Egipto. En la ciudad de Rosetta, durante el verano de 1799, unos miembros de su ejército estaban cavando una trinchera. De repente, un soldado tropezó con una extraña piedra que le llamó la atención. La desenterraron y descubrieron que se trataba de una roca pulida de granito oscuro, de más de un metro de altura, que tenía grabado un texto, dividido en tres partes. Cada parte estaba escrita en un idioma distinto: la primera estaba formada por jeroglíficos, la segunda estaba en egipcio demótico y por suerte, la tercera en griego.
¿Por qué digo por suerte? Pues porque el griego antiguo sí era un idioma conocido que se podía traducir sin problema. Un grupo de sabios se dio cuenta de que la piedra de Rosetta era un hallazgo importantísimo y de que, en realidad, se trataba del mismo texto escrito en tres lenguajes distintos.
Jean – François Champollion, un historiador francés especializado en cultura egipcia, dedicó más de veinte años de su vida a comparar los tres textos y al final, logró descifrar el significado de los jeroglíficos que tantos años había permanecido oculto.
Fue en 1822 y se cuenta que en el momento que lo consiguió, salió corriendo a casa de su hermano, le dijo: “¡Ya lo tengo!”, y se desmayó. Estaba tan agotado y emocionado, que por lo visto se metió cinco días en la cama hasta que se recuperó del impacto.
Una curiosidad: Champollion nunca llegó a ver la piedra de Rosetta en vivo y en directo, pues ésta se llevó a Londres en 1802 y se guardó en el Museo Británico. Para poder desentrañar los jeroglíficos, tuvo que conformarse con una copia en papel que se hizo untando de tinta la piedra, a modo de calco.
Cristina Rodríguez Lomba (Actiludis)
Estos jeroglíficos los ha creador Isidro Burgos Ramos (Adra, Almería). (Acitiludis)
¿Los adivinas?